Reflexion por Fray Juan Jose Nuñez
Con la celebración de
este Domingo, ingresamos en la Semana mayor de los cristianos. El evangelio
comienza diciendo que "Jesús
marchaba por delante subiendo a Jerusalén'' (Mt
21,1; Lc 19,28). En seguida, al inicio de la liturgia de este día, la Iglesia anticipa su respuesta
al evangelio diciendo: "Sigamos al Señor''.
De este modo se expresa claramente el tema del Domingo de Ramos. Es el
SEGUIMIENTO. Ser cristianos es un camino, o mejor aún, una peregrinación junto
a Jesucristo, en la dirección que él nos ha indicado. ¿De qué
dirección se trata? La frase del
evangelio nos da dos indicaciones. En primer lugar, dice que se trata de una
subida. Esto tiene ante todo un significado muy concreto. Jericó, donde comenzó la última
parte de la peregrinación de
Jesús, se encuentra a 250 metros bajo el
nivel del mar, mientras que Jerusalén, la
meta del camino, está a 740
metros sobre el nivel del mar: una subida de casi mil metros. Pero este camino
exterior es sobre todo una imagen del movimiento interior de la existencia, que
se realiza en el seguimiento de Cristo: una subida a la verdadera altura de ser
hombres. El hombre puede elegir un camino cómodo
evitando toda fatiga, y bajando hasta lo vulgar. Puede hundirse en el pantano
de la mentira y la deshonestidad. Jesús camina
hacia lo alto y nos guía hacia
lo que es grande; hasta el aire saludable de las alturas: hacia la vida según la verdad; hacia la valentía que no se deja intimidar por la
charlatanería de las opiniones
dominantes; hacia la paciencia que sobrelleva y sostiene al otro. Nos guía hacia la disponibilidad para con
los que sufren; hacia la fidelidad que está de
parte del otro incluso cuando la situación se
pone difícil. Guía hacia la disponibilidad a prestar
ayuda; hacia la bondad que no se deja desarmar ni siquiera por la ingratitud.
En definitiva, nos lleva hacia el amor que es Dios mismo.
Jesús
comenzó el camino junto a los Doce,
pero poco a poco se unieron a ellos un número
creciente de peregrinos. Mateo y Marcos afirman que a la salida de Jericó había una "gran
multitud'' que seguía Jesús (Mt 20,29; Mc 10,46). Al borde del camino, en este último trayecto, estaba sentado un
ciego llamado Bartimeo. Percibe con su oído que,
entre los numerosos peregrinos, se encuentra Jesús, y
comienza a gritar: "Jesús, Hijo
de David, ten piedad de mí'' (Mc
10,47). Jesús le devuelve la vista y
Bartimeo "lo siguió por el
camino'' (Mc 10,48-52). Recobrando la vista, se unió en la peregrinación hacia
Jerusalén. Sin los ojos de la fe, será difícil
celebrar la Semana Santa acompañando a
Jesús.
Jesús
seguido de la multitud entra en Jerusalén. La
mayor parte de la gente comenzó a
extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba
delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: "¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosana
en las alturas!'' (Mt 21, 2-9). "Hosana'' es un término que originariamente significaba "Ven en nuestra
ayuda''. Luego pasó a ser una expresión de júbilo, y
en el tiempo de Jesús, tenía un significado mesiánico:
alabanza alegre, esperando que esa fuera la hora del Mesías. En este Domingo Jesús se
presenta como el rey que entra en Jerusalén, con
la grandeza de la humildad y la omnipotencia de la paz. Sin estas dos virtudes será imposible ingresar en la Semana
Santa y admirar la victoria de un Dios que muere amando para resucitar
pacificando.
FUENTE: www.vivelafe.com
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