¡Qué bien se está contigo, Señor,
junto al Sagrario!
¡Qué bien se está contigo! ¿Por qué
no vendré más?
Desde hace ya muchos años vengo a
verte a diario,
Y aquí te encuentro siempre, amante
solitario.
Solo, pobre, escondido, pensando en
mí quizás,
Tú no me dices nada, ni yo te digo
nada,
Si ya lo sabes todo, ¿qué te voy a
decir?.
Sabes todas mis penas, todas mis
alegrías,
Sabes que vengo a verte con las manos
vacías,
Y que no tengo nada que te pueda
servir.
Siempre que vengo a verte, siempre te
encuentro solo,
¿Será que nadie sabe, Señor, que
estás aquí?
¡No sé! Pero sé en cambio, que aunque
nadie te amara
Ni te lo agradeciera aquí estarás
siempre esperándome a mí.
¿Por qué no vendré más? ¡Qué ciego
estoy, qué ciego!
Si sé por experiencia que cuando a Ti
me llego
Siempre vuelvo cambiado, siempre
salgo mejor.
¿Adónde voy, Dios mío cuando a mi
Dios no vengo?
Si Tú me esperas siempre si a Ti
siempre te tengo
Si jamás me has cerrado las puertas
de tu amor.
Por otros se recorren a pie largos
caminos,
Acuden de muy lejos cansados
peregrinos,
Pagan grandes sumas que no han de
recobrar.
Por Ti nadie pregunta, de Ti nadie
hace caso, aquí,
Si alguno entra, sólo es como de
paso.
Aquí eres Tú quien paga si alguno
quiere entrar.
¿Por qué no vendré más, si sé que
aquí a tu lado
Puedo encontrar, Dios mío, lo que
tanto he buscado?
Mi luz, mi fortaleza, mi paz, mi
único bien,
Si jamás he venido que no te haya
encontrado.
Si jamás he sufrido, si jamás he
llorado, Señor,
Sin que conmigo llorases Tú también.
¿Por qué no vendré más, Jesucristo
bendito?
Si Tú lo estás deseando, si yo lo
necesito,
Si sé que no sé nada cuando no vengo
aquí.
Si aquí me enseñarías la ciencia de
los Santos,
Esa ciencia bendita que aquí
aprendieron tantos
Que fueron tus amigos y gozan ya de
Ti.
¿Por qué no vendré más, si sé, yo con
certeza,
Que Tú eres el modelo que mi alma
necesita,
Que nada se hace duro mirándote a Ti
aquí?
El Sagrario es la celda donde estás
encerrado.
¡Qué pobre, qué obediente, qué manso,
qué callado!
Qué solo, que escondido, ¿por qué no
vendré más, oh, Bondad infinita?
¡Riqueza inestimable que nada
necesita!
¡Y que te has humillado a mendigar mi
amor!
¡Ábreme ya esa puerta, sea ya esa mi
vida,
Olvidada de todos, de todos escondida!
¡Qué bien se está contigo! ¡Qué bien
se está, Señor!
P. J Caraud, carmelita
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